Una Aventura Muy Esperada
Diez años tuvimos
que esperar los fanáticos de la obra de JRR Tolkien para volver a ver nuestra
amada Tierra Media en la gran pantalla. “The Hobbit: An Unexpected Journey”
llegó con fuerza a nuestras salas de cine y, en lo personal, no me decepcionó
para nada. Todo lo contrario. Tras leer varias críticas que acusaban a esta
nueva película de ser lenta, de estar excesivamente prolongada y de presentar
problemas de ritmo, realmente me temía que el gran Peter Jackson hubiese
perdido su toque mágico. Pero no. La verdad, siento que esos críticos y yo vimos
películas diferentes. Pero puede que la razón de esta divergencia dependa de un
punto esencial en esta cinta: está hecha para los más fanáticos tolkiendili.
Antes de
analizar este punto, veamos un poco la trama. Como ya muchos saben a estas alturas (y si no lo saben es un buen momento para dejar de leer si no desean que
les haga un spoiler), la historia de “The Hobbit” se desarrolla unos 60 años
antes de los sucesos de “The Lord of the Rings”, y nos narra hechos de los
cuales ya habíamos escuchado algo en aquella trilogía. Un joven Bilbo Bolsón (Martin
Freeman) es empujado por el mago Gandalf (Ian McKellen) a vivir una aventura
con 13 enanos que van a enfrentar al terrible dragón que les arrebató su reino
en la Montaña Solitaria. En dicho viaje, al pasar debajo de las Montañas Nubladas,
Bilbo encuentra el Anillo Único luego de que este se le cayera a Gollum (Andy
Serkis). Esa, a grandes rasgos, es la historia que veremos durante estas tres
películas.
En “An Unexpected
Journey” presenciamos la primera parte de ese viaje, donde se nos presenta a la
Compañía del príncipe enano Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage), quien busca regresar al antiguo reino de Erebor para recuperarlo de la
amenaza del dragón Smaug. La trama nos llevará desde Bolsón Cerrado en La
Comarca, hasta los lindes del gran Bosque Negro, pasando por las tierras
desoladas al este de la Cima de los Vientos, la hermosa Rivendel y las
Montañas Nubladas. En este viaje nos reencontraremos con caras conocidas:
Gandalf el Gris, el gran señor elfo Elrond (Hugo Weaving), Saruman el Blanco (Christopher
Lee) y la dama Galadriel (Cate Blanchett). Pero también conoceremos caras nuevas como Radagast el Pardo (Sylvester McCoy). Y por supuesto, están
los enanos que acompañan a Thorin: Balin (Ken Stott) y Dwalin (Graham McTavish),
Oin (John Callen) y Glóin (Peter Hambleton), Fili (Dean O’Gorman) y Kili (Aidan
Turner), Bifur (William Kircher), Bofur (James Nesbitt) y Bombur (Stephen
Hunter), y Ori (Adam Brown), Nori (Jed Brophy) y Dori (Mark Hadlow).
Originalmente “The
Hobbit” iban a ser solo dos películas. Algo comprensible tomando en cuenta que “The
Lord of the Rings” son 3 películas de igual cantidad de libros, mientras que “El
Hobbit” es un solo libro. Pero tras el anuncio a mediados de este año de que
sería una trilogía, las críticas comenzaron a caer sobre Peter Jackson y su
equipo, al considerar que estaban extendiendo demasiado la trama. En defensa de
Jackson hay que establecer un argumento fuerte: “The Hobbit” no contempla solo
el material existente en el libro homónimo. También desarrolla tramas
secundarias y elementos que aparecen tanto en los apéndices de “El Señor de los
Anillos” como en la excelente obra “Cuentos Inconclusos de Númenor y la
Tierra Media”, editada por Christopher Tolkien y en la cual aparece gran
cantidad de material desarrollado por el profesor Tolkien que no llegó a
integrarse a los apéndices ya antes mencionados. En definitiva, “The Hobbit” es
mucho más que la historia que leemos en los libros, gracias al magnífico y
exhaustivo trabajo de guionización de este equipo de hobbits modernos integrado
por Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro (aunque a
este último siempre le veo más cara de artífice enano).
Al igual que en “The
Lord of the Rings”, la película abre con un prólogo que nos narra un hecho
anterior en la historia de Tierra Media: el esplendor del Reino Enano de Erebor
y su ruina ante el ataque de Smaug. Esta es una secuencia épica magnífica que
nos lleva por primera vez al interior de un reino enano en su esplendor. Si
Moria era magnífica aún en ruinas, la más pequeña Erebor nos deja sin aliento.
Este prólogo también nos servirá para tener un primer vistazo del Rey Elfo del
Bosque, Thranduil (Lee Pace), padre del Legolas de “The Lord of the Rings” (al
que veremos en la próxima película encarnado nuevamente por Orlando Bloom).
Tras este
prólogo, Jackson nos enlaza con la Tierra Media que ya conocemos, situándonos
el día de la fiesta de Bilbo y Frodo previa a la aventura de este último. Y
aunque muchos critican esta escena al considerarla sin sentido, para mí tiene
la riqueza de establecer ese comienzo desde lo cercano y conocido. Además, es genial ver de nuevo brevemente a Elijah Wood como Frodo,
pero sobre todo al viejo Bilbo, Ian Holm, dándole lugar a su contraparte más
joven, Martin Freeman. Y todo esto es parte de la visión de Peter Jackson, en
la cual a lo largo de esta primera parte de “The Hobbit” sentiremos ecos
recurrentes de “The Fellowship of the Rings”: Gandalf tropezándose con el candelabro
de Bolsón Cerrado; los orcos de Azog en la Cima de los Vientos; las palabras
despectivas de Saruman contra Radagast el Pardo, que recuerdan las que el
máximo istar lanza contra Gandalf y su hábito de fumar hierba para pipa; y por
supuesto, la llamada de las águilas.
Sí, ciertamente
hay diferencias con el libro. Pero en lo personal considero que en gran medida
estas solo adornan un poco más la historia sin cambiar su esencia. Radagast el
Pardo y su papel en esta historia es una de esas diferencias. Este personaje
tiene un papel pequeño en los libros de “El Señor de los Anillos”, llamando a
Gandalf a Isengard por petición de Saruman y luego enviando al águila Gwahir
para rescatarlo. Pero por ser un papel tan pequeño Peter Jackson decidió
eliminarlo de la trilogía fílmica. Por eso es que verlo en esta película es
como un pequeño premio a los fanáticos. Además, su uso para establecer la
corrupción del Bosque Negro y la llegada del Nigromante a la fortalece de Dol
Guldur nos ayuda a preparar el terreno para lo que sin duda será una de las dos
historias principales de la segunda película de “The Hobbit”: la lucha del Concilio
Blanco contra el resurgimiento de Sauron.
Y ver al Concilio
Blanco reunido en Rivendel es algo formidable. Allí, alrededor de aquella mesa
de piedra, un agobiado Gandalf trata de justificar su actuar frente a Saruman, Elrond y Galadriel. Mientras esta escena sucede frente a
nosotros, hay un único pensamiento en la mente de todo tolkiendili: “¡Wow!
¡Cuánto poder en un solo lugar!”. Esta escena, junto con el flashback de la
Batalla de Azanulbizar en la puerta este de Moria, justifica por completo el
boleto de esta película.
Y ya que estamos
en Azanulbizar, hablemos del otro gran cambio con respecto al libro: Azog el
Profanador (Manu Bennett). En el texto de Tolkien, Azog murió en la Batalla de
Azanulbizar, debilitando el poder de los orcos de las montañas y dejando el
liderazgo del Monte Gundabad en manos de su hijo Bolgo. Jackson decide cambiar
este hecho y permitir que el gran orco blanco sobreviva, aunque mutilado,
generando un viejo y fiero enemigo para Thorin Escudo de Roble. La persecución de
Azog y sus orcos contra la Compañía de Enanos le da más intensidad a la trama (además
de permitirnos un atisbo de Elrond en su papel de cazador de orcos). Detalle a
destacar es que el equipo de producción le diera ciertos rasgos de uruk a Azog,
lo cual coincide con la opinión que sobre este aspecto se ha sostenido desde
hace algún tiempo y que es expresada por escritores como Robert Foster en su “Guía
Completa de la Tierra Media”.
Algunas otras
criaturas cambian un poco su aspecto, como los wargos que cabalgan los orcos de
Azog, más parecidos a lobos que los wargos originales. Pero esto puede
explicarse con la simple respuesta de que son razas distintas: los de
la trilogía eran de las Tierras Brunas, mientras que estos son de Gundabad (no
tan rápidos como los conejos de Rhosgobel, por lo visto). Por otro lado, los
trasgos de debajo de las Montañas Nubladas muestran sin duda alguna el mayor
aporte de Guillermo del Toro a la película. Estas grotescas criaturas recuerdan
el tratamiento que le conocemos de del Toro de criaturas similares en su
filmografía. Uno bien puede imaginarse a estos trasgos haciendo compras en el
Mercado Troll de “Hellboy II: The Golden Army”.
Otras criaturas
llamativas son los trolls Guille, Berto y Tom, los cuales nos dan una secuencia
jocosa sin perder la imagen que tenemos de estas criaturas desde “The Lord of
the Rings”. Y eso a pesar de su comportamiento tan al estilo de los Tres
Chiflados.
¿Nos falta
alguien? Pues claro: el querido Gollum. El papel de Andy Serkis en esta
producción ha sido principalmente como director de la segunda unidad de
producción. Pero su interpretación de la trastornada criatura vuelve a llevarse
los elogios del público. Según el libro, no volveremos a verlo más. Pero Gollum
se despide a lo grande, dándonos una de las escenas más icónicas de la obra de
Tolkien: el juego de acertijos contra Bilbo. ¡Simplemente maravilloso!
A nivel de
efectos especiales, “The Hobbit” logra mantenerse en el altísimo nivel de
excelencia que Peter Jackson y Weta establecieron con la primera trilogía y que
sirve de referente para otras grandes empresas desde entonces. Con la alta
resolución hay momentos en que algunos efectos no se ven tan bien como se
esperaría, pero al mirar la película nuevamente con una resolución normal esos efectos
desaparecen como por arte de magia. Será algo que los cineastas deberán
considerar a futuro si se desea establecer la alta resolución como el estándar para
la industria. Una de las mejores escenas de efectos especiales es la secuencia
de los gigantes de piedra. Y para aquellos que piensan que se la
inventó Jackson, les recuerdo un pequeño fragmento del libro:
“Allí pasaron la
noche, al abrigo de una roca; Bilbo, tendido bajo una manta y temblando de pies
a cabeza. Cuando miró fuera, vio a la luz del relámpago los gigantes de piedra
abajo en el valle; habían salido y ahora estaban jugando, tirándose piedras
unos a otros…” (El Hobbit, Sobre la Colina y Bajo la Colina).
En resumen, “The
Hobbit: An Unexpected Journey” es una magnífica experiencia cinematográfica. Los
amantes de la obra de Tolkien posiblemente derramarán una lágrima de felicidad
(aunque uno que otro se retuerza ante el trineo de conejos de Radagast). Para
la segunda parte, “The Desolation of Smaug”, tendremos que esperar todo un año.
Y para “There and Back Again”, medio año más. Pero para que la espera no se nos
haga tan larga, Peter Jackson nos ha permitido ver una primera imagen de la
segunda película:
¿Será que por fin
podremos ver al magnífico Smaug en todo su esplendor? ¡Qué maravilloso es haber
vuelto a la Tierra Media! ¡Qué maravilloso haber vuelto a casa!
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