El Poder del Villano
“Ahora que sabemos
quién eres, yo sé quién soy. ¡No soy un error! ¡Todo tiene
sentido! ¿Sabes cómo en un cómic identificas quién va a ser el
archi-villano? Porque es exactamente lo opuesto al héroe. Y muchas
veces son amigos, como tú y yo. Debí saberlo hace tiempo… ¿Sabes
por qué, David? Por los niños. Ellos me llamaban el Señor Vidrio.”
-Elija Price a David Dunn, “Unbreakable”
Toda historia tiene
para mí una Regla de Oro. El protagonista sólo será tan tan grande
como el conflicto que llegue a enfrentar. Esto a su vez es la fuerza
motora que impulsa al relato para atrapar a su público. Tal
conflicto puede depender de diferentes elementos para establecerse
con la fuerza necesaria, pero el más significativo es sin duda el
villano: ese personaje que busca interponerse en el camino del héroe
y hacerlo fracasar en todos sus esfuerzos.
Sin embargo,
considero que un nombre más adecuado es el de Oponente, tal como se
le establece en la Teoría del Esquema Actancial. ¿Por qué?
Empecemos por el análisis del término villano.
La palabra misma
viene de un estereotipo social. Los villanos eran los siervos
habitantes de las villas, en contraposición con los castillos y
fortalezas feudales donde habitaba la nobleza. Los prejuicios de la
época antigua bosquejaban a las clases bajas como ignorantes, sin
valores morales y una propensión a la violencia. Esto se demostraba
una y otra vez en las revueltas en contra del orden social
representado por los sectores aristocráticos.
Así, en los relatos
antiguos, los héroes luchan por sostener el status quo en contra de
tales revueltas. Poco a poco la palabra se fue convirtiendo en
sinónimo de una persona deliberadamente mala. Pensemos en el
estereotipo de la bruja malvada o en el villano vestido de negro con
capa, sombrero de copa y bigote ensortijado que ríe al poner en
peligro a la damisela desamparada o al acosar a la pobre viuda o a
los huérfanos.
Es aquí cuando la
definición de villano se nos queda corta.
Como todo buen
narrador sabe, los mejores personajes no se pueden etiquetar
únicamente en blanco y negro. Al igual que todos los seres humanos,
estos se mueven en tonos de grises donde el bien y el mal será en
muchas ocasiones un valor subjetivo y difuso.
Basta con volver al
ejemplo antes citado de los “villanos” rebelándose contra sus
señores feudales. ¿No es acaso este el papel asumido por héroes
como Robin Hood o Guillermo Tell? Ambos tachados como ladrones y
bandoleros por sus contrincantes, quienes son ni más ni menos que
figuras de autoridad que convencionalmente se establecen como “los
buenos” que protegen el sistema social.
Se podría
argumentar que en estos ejemplos las figuras de autoridad están
actuando impulsadas por emociones negativas como el deseo de poder,
el orgullo y la codicia, y que por tanto entran en la definición de
villano pues buscan la maldad.
Establezcamos otro
escenario, entonces. Uno donde el héroe se enfrenta a un oponente
formidable que actúa bajo el convencimiento de que aquello que hace
es lo correcto y que el héroe es quien está equivocado.
Y es que
este, para mí, es el verdadero secreto detrás de un gran oponente. Nadie se levanta por
las mañanas diciendo: “Hoy voy a hacer algo malvado”, seguido
por una risa psicópata. No. Los mejores villanos están convencidos
de que su visión es la correcta. Es el héroe quien se equivoca e
incluso, quien pone en peligro a los demás con su actitud.
Un oponente que me
encanta analizar es sin duda Lex Luthor, el archienemigo de Superman,
quien ha tenido un desarrollo muy interesante desde su primera
aparición en la revista Action Comics #23 de 1940. Luthor ha pasado
en sus casi 80 años de historia de ser un estereotipado científico
loco a convertirse en un discurso de la humanidad rechazando la
imposición de poderes superiores sobre su destino. Ciertamente el
personaje sigue representando la corrupción de nuestra sociedad en
ámbitos como el político, el económico y otros. Pero su discurso
es difícil de negar. Para Lex Luthor, Superman y los héroes como él
han coartado la capacidad de la humanidad de alcanzar grandes logros,
pues ahora hombres y mujeres confían en las acciones de “los
mitos, los alienígenas y los robots”. Su cruzada contra los
superhéroes es una de liberación para la humanidad, de la cual él
está preparado para tomar las riendas y llevarla a un futuro más
glorioso.
El convencimiento en
la innegabilidad de sus ideas o lo justo de su punto de vista, hace a estos oponentes en los villanos
más peligrosos, pues para sí mismos, ellos son “los buenos” de
la historia. Sus justificaciones, razones y orígenes llegan a tocar
una fibra emocional en el público, quienes nos identificamos con
ellos poniendo en entredicho nuestra lealtad al héroe o heroína.
Son la prueba de fuego que nos hacen tambalearnos a nosotros y a los
protagonistas de las historias.
¿Cómo no sentir
afinidad con Roy Batty, el replicante de “Blade Runner” cuyos
crímenes son impulsados por una desesperada necesidad de comprender
cuán efímera es su existencia? ¿O con Elija Price, el Señor
Vidrio de “Unbreakable”, autor de la cita que inicia este
artículo y cuya necesidad de encontrarle un sentido a una vida de
sufrimiento marcada por la terrible enfermedad que padece lo lleva a
realizar actos terribles?
Son estos villanos
tan humanos, tan afines, tan comprensibles, los que impulsan a un gran
protagonista. Estos villanos son la verdadera medida de nuestras
historias.
Una regla personal
a la hora de escribir: dedíquenle más tiempo a sus villanos que a
sus héroes. Cuando estos antagonistas sean lo suficientemente
sólidos, los héroes y heroínas surgirán poderosos casi por
inercia narrativa.
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