Abominables de Papel, por JJ Dobles

Lucas se encerró en su cuarto esa tarde de enero. Trancó la puerta de su mente y cerró las persianas de su esperanza. Las celosías de sus pupilas las dejó bien abiertas para que la melodía melancólica de su llanto se escabullera entre las esquinas, las calles, la autopista, las rotondas y llegara finalmente hasta las pequeñas ventanas de las orejas de ella. Quizás si escuchara el crujido de las lágrimas resquebrajando aquella fría alma, ella cambiara de opinión. Quizás. Aquel “quizás” fue pronto tirado al piso de madera del obscuro cuarto, junto con los papeles, las enciclopedias, los periódicos y cuadernos que yacían sobre el escritorio. Todos rebotaron y se contorsionaron como truchas extraídas del río. Todos, menos aquel “quizás”. Ese ya estaba muerto. Sobre el escritorio solo quedaron ellos. Todos raros. Todos blancos. Todos hechos a dobleces. Todos horribles. Todos ininteligibles. Todos de papel. Eran obra de Lucas. Él los iba creando uno por uno cada vez...