Macabombes, por JJ Dobles
La candela se consumió en la lata de cerveza donde la habíamos colocado. El pórtico quedó alumbrado tan solo por la débil bombilla de la húmeda sala del rancho. Los mosquitos estaban insoportables. Papá Brown golpeó su rostro un par de veces, luego se dio por vencido y rió. -¡Maldito bicho! No te mato sólo porque ahora eres de mi misma sangre. Reímos por aquella ocurrencia. Sus blanquísimos dientes eran lo único que podía ver en aquella obscuridad. A Papá Brown lo conocí dos días antes en el bus que nos sacó del Valle Central y nos dejó en medio de la selva atlántica. Poco después de iniciado el viaje, Papá Brown inició la conversación. Le encanta hablar con la persona que viaja a su lado en los buses porque así logra nuevos amigos. Así averiguamos que íbamos al mismo y pequeño pueblo costero al norte de Puerto Limón. Al llegar allí, Papá Brown me recomendó una buena posada y me invitó a visitarlo en su rancho en las afueras del pueblo, cosa que hacía a